—¿Sigues escribiendo tu libro de
palabras?
La pregunta de Nyneve me sorprende. Me enderezo y la miro. Mi amiga, que
también está trabajando en el huerto, descansa apoyada en la azada.
—Sí. ¿Por qué?
—Porque quería regalarte una palabra. La mejor de todas.
—¿Ah, sí? ¿Cuál es?
—Compasión. Que, como sabes, es la capacidad de meterse en el pellejo del
prójimo y de sentir con el otro lo que él siente.
—Sí, me gusta. Pero ¿por qué dices que es la mejor?
—Porque es la única de las grandes palabras por la que no se hiere, no se
tortura, no se apresa y no se mata... Antes al contrario, evita todo esto. Hay
otras palabras muy bellas: amor, libertad, honor, justicia... Pero todas ellas,
absolutamente todas, pueden ser manipuladas, pueden ser utilizadas como arma
arrojadiza y causar víctimas. Por amor a su Dios encienden los cruzados las
piras, y por aberrante amor matan los amantes celosos a sus amadas. Los nobles
maltratan y abusan bárbaramente de sus siervos en nombre de su supuesto honor;
la libertad de unos puede suponer prisión y muerte para otros y, en cuanto a la
justicia, todos creen tenerla de su parte, incluso los tiranos más atroces.
Sólo la compasión impide estos excesos; es una idea que no puede imponerse a
sangre y fuego sobre los otros, porque te obliga a hacer justamente lo
contrario, te obliga a acercarte a los demás, a sentirlos y entenderlos. La
compasión es el núcleo de lo mejor que somos... Acuérdate de esta palabra, mi
Leola. Y, cuando te acuerdes, piensa también un poco en mí.
•••
Compasión:
capacidad para sentir el sufrimiento del otro, el miedo del otro, la necesidad
del otro. Entendimiento profundo del dolor de los demás que sólo se consigue
tras haber entendido el dolor propio.
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